lunes, 28 de octubre de 2013

¿Estamos realmente preparados para enseñar literatura en las aulas?

¿Cuántas veces hemos sufrido como alumnos en nuestras carnes la imposición de tener que conocer el contexto de un autor literario, antes de proceder con la lectura de su obra? Estudiar literatura significaba para muchos profesores/as tener claras fechas, nombres y otros datos, que a la semana de haberlos dado se olvidaban. Información aparentemente relevante que debía conocerse como algo obligatorio y previo a la lectura del texto literario. En eso coincidían la mayoría, pero, ahora bien, ¿cuántos docentes entendían la literatura como algo que se debe leer e interpretar? ¿qué criterios pedagógicos se seguían para seleccionar las obras? ¿el alumnado, como sujeto activo, recreaba el texto literario? ¿este le era significativo?

Como futura docente me encuentro en una encrucijada. Por un lado, sé qué es aquello que no se debe hacer en las aulas y también conozco los nuevos enfoques didácticos de la enseñanza de la literatura. Pero por otro, soy consciente de que no he tenido, desgraciadamente, experiencias gratas en la literatura como alumna, y tampoco la carrera profesional (Grado en Maestro) dedica el tiempo suficiente a la preparación de este campo. Por lo tanto, la teórica didáctica está asumida, pero los conocimientos literarios son pobres. Así es que la balanza se decanta negativamente. ¿Cómo vamos a enseñar algo sobre lo que no tenemos noción? Esto sería una aberración para la educación, significaría conducir a los alumnos sin conocer el camino y por consiguiente desarrollar en ellos conocimientos sin base alguna.

La solución, sin embargo, está a nuestro alcance ya que nunca es tarde para aprender. Y es que la verdadera vocación emerge en cada uno de nosotros. Si pretendemos enseñar literatura deberemos acercarnos a la misma, familiarizarnos con obras canónicas, con literatura infantil y juvenil... En mi opinión deberíamos ser justos con las nuevas generaciones y no castigarles con más aprendizajes memorísticos, sino brindarles la oportunidad que nosotros nunca tuvimos (y que nos hubiese gustado experimentar). Ampliar la cultura literaria de los aprendices y fomentar el gusto por la literatura es parte de nuestro trabajo, no lo olvidemos, y para conseguir esto, a nosotros los docentes, aún nos queda mucho que aprender.  



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